Corpus de fuentes históricas

Como he dicho, hablaré en este blog de mis dos novelas, cuando estén editadas. Como anticipación de una parte de la temática tratada en  Las Novias del Tiempo, expongo, a continuación, un resumen de su Corpus de fuentes.  

Corpus de fuentes
Numismáticas
Epigráficas (honoríficas y votivas)
Literarias
  • Científicas
  • Religiosas
  • Dramáticas, poéticas
  • Artísticas
  • Histórica
  • Jurídicas

Griegas Egipcias

Fuentes numismáticas

 

Pueblos edetanos

Pueblo ibérico al sur de los ilercavones, que habitaba la zona levantina entre los ríos Udiva (Mijares) y Sucro (Júcar).

Arse-Saguntum  (Valencia)

La mítica fundación de esta ciudad edetana por los griegos y el haber desencadenado la II Guerra Púnica la convierten en un destacado enclave de la historia antigua. Arse-Saguntum fue la principal ceca de Iberia, con un extenso período de acuñaciones. Sus primeras emisiones monetarias (220-175 a.C.) son dracmas ibéricos y divisores de plata que imitan a Massalia. En el último cuarto de s. II a.C., se acuñan emisiones ibéricas; durante todo el s. I a.C. se emiten monedas bilingües con simbología mixta (romana e ibérica), período que  finaliza con Tiberio (14-37 d.C.) ´ Las emisiones provinciales romanasBajo  la dominación romana se emplea sólo el  Ae. No se emite denario ibérico o victoriato romano, pero hay diferentes emisiones (ases, semis, cuadrantes, sextantes, etc.) y una simbología variada (desde el toro antropomorfo de las dracmas, hasta las famosas conchas -veneras-, delfines, proas de barco, bustos galeados de Roma, etc., etc.).

Sextante de Arse
Ceca: Sagunto Datación: Mediados del siglo II a.C. Valor: Sextante Catálogo: CNH 35 Conservación: MBC                                                       Metal: Æ Peso: 1,30 gr. Diámetro: 12,45 mm. Anverso: Venera. Reverso: Delfín a derecha, encima creciente, debajo estrella y signo ibérico A

Moneda de Eumenes II       

Eumenes II (reinado:197– 160 a. C.),  fue rey de Pérgamo y miembro de la dinastía atálida. La expansión del reino seléucida hacia el mar Egeo le llevó a aliarse con Roma, derrotando a Antíoco III Megas en la Batalla de Magnesia (190 a.C). Tras la paz de Apamea, firmada en el 188 a.C el reino de Eumenes incorporó los territorios de  FrigiaLidia y Panfilia, cedidos por sus aliados romanos. Así  se consolidó la pretensión romana de frenar la expansión seléucida en Asia Menor

Fuentes epigráficas Honoríficas
Inscripción nº 95 (Sagunto)  
[P(ublio) Scipioni / con(n)s(uli) imp(eratori) / ob restitu/tam ¿? S]ag[untum / ex s(enatus)] c(onsulto) bello / [P]unico secun/do.

[A Publio Escipión, cónsul imperator, a causa de la restitución de Sagunto en virtud de un decreto del Senado durante la Segunda Guerra Púnica.]”

Las dos dedicatorias a Publio Cornelio Escipión halladas en el foro de Sagunto conmemoran la restitución de la ciudad mediante decreto del Senado. Se ha interpretado que al segunda es una reproducción de la primera, datada en la segunda mitad del siglo I a.C. La segunda podría datarse entre el 15 y el 21 d.C por sus semejanzas en la forma y dimensión del soporte, y por la manera de ocupar el campo. Se observa que el texto transmitido no es contemporáneo de la presencia de los dos Escipiones (padre e hijo)en Hispania. Esta conclusión se basa en que, por una parte, se realiza una mención al consulado cuando ninguno de los dos Escipiones fue cónsul durante su campaña en Hispania, pues el padre lo fue con anterioridad, y el hijo, posteriormente. Por otra, porque el magistrado aparece como “cónsul imperator”, expresión que aparece por primera vez en una inscripción de P. Servilio Vatia Isáurico del año 75. Y  porque la expresión bello punico secundo no se utilizó, coetáneamente al transcurso de la Segunda Guerra Púnica.

Pitágoras en una moneda.

Anverso y reverso de una moneda siciliana acuñada en honor a Arquímides. En el reverso puede verse una esfera sobre un soporte. AR MD son las abreviaturas del nombre latinizado «Archimedes»

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El Dios Jano

La leyenda mitológica cuenta que cuando Saturno es expulsado del Olimpo, por su hijo Júpiter, fue a refugiarse en los dominios de Jano-Quirino, quien lo acogió y lo asoció a su reinado. En agradecimiento, el dios olímpico le dotó de una especial facultad: la de ver con toda claridad y al mismo tiempo el pasado y el porvenir para regirse, con sabiduría, en las circunstancias del momento. Jano con sus dos caras mirando en direcciones opuestas, conocedor del pasado y del presente, del comienzo y el fin de todas las cosas. Alfa y Omega.

TEMPLO DE JANO EN ROMA

El edificio tenía  forma cúbica, con una dimensión de 20 codos (8,88 m) en altura y en cada uno de los lados de su planta cuadrada. En el  recinto central del templo había doce columnas que equivalían a los doce signos zodiacales. El  mosaico central, delante de la figura del dios, representaba  la rueda cósmica.El pavimento del templo poseía mosaicos alegóricos a los cuatro elementos principales:

fuego, agua, tierra y aire.  La figura bifronte  del dios, erigida  sobre un pedestal en el eje axial del edificio, miraba  a la vez a  oriente y occidente y ostentaba en la mano derecha el número 300 y en la izquierda el 65,  aludiendo a a la totalidad de la duración del año, o sea, el círculo del tiempo.  

 

 

Papiro de Rhind                          Papiro de Moscú

Los denominados Papiro de Ahmes y Papiro de Moscú muestran conjuntos de métodos prácticos para obtener diversas áreas y volúmenes, destinados al aprendizaje de escribas.

Fuentes literarias

Texto conservado del himno de los sacerdotes Salios, recogido por Varrón y Terencio Escauro.  El texto está en latín arcaico y no puede ser traducido en su totalidad.

Numa Pompilio

Tras la muerte de Rómulo, los senadores se dispusieron a elegir un digno sucesor real. En aquel tiempo, un  hombre llamado Numa Pompilio  destacaba por  su justicia y su  piedad. Habitaba en Cures, ciudad de los sabinos, y conocía en profundidad tanto el derecho divino como el humano. Por ello,  el quorum de senadores le concedió el reinado, requiriéndole en Roma. Numa, siguiendo el ejemplo de su antecesor Rómulo, no aceptó el cetro sin antes haber consultado los auspicios divinos. Con este fin fue conducido a la urbe por un augur, donde Numa tomó asiento sobre una piedra, con el rostro vuelto hacia el mediodía. El augur se situó a su izquierda, con la cabeza cubierta y el báculo al que llamaban «lituus» en su mano derecha. Como mandaba el ritual, cogió entonces el lituus con su mano izquierda y, colocó la diestra sobre la cabeza de Numa, mientras pronunciaba la siguiente invocación:

«¡Oh, padre Júpiter! Si es lícito que este Numa Pompilio, cuya cabeza toco, sea rey de Roma, te pido que con claros indicios nos reveles tu voluntad»

Pronunció a continuación los auspicios que solicitaba, y una vez que fueron favorables, Numa fue declarado rey. Comenzó así el reinado más pacífico y devoto del período monárquico de la antigua Roma. Para conocerlo bien, debemos recrearlo en nuestra imaginación.

Un mundo rodeado de bosques, abrazados a   un lago.  Los arroyos fluyen por todas partes, y la ninfa que los crea corre entre ellos con los pies descalzos. Es Egeria, la consejera de Numa.  El sabio rey pasa  mucho tiempo paseando por estos bosques, donde encuentra sosiego. Un día, Egeria le aconseja que consulte a Pico y a Fauno, dos adivinos, sobre el modo de alejar unas enfermedades pestilentes que azotan la ciudad, y éstos le indican que consulte a Júpiter. Entonces el rey reza  humildemente al padre de los dioses, quien le responde  que, al salir el sol, le dará  una muestra de la pervivencia de Roma.   Numa corre a convocar  al pueblo y contarle  lo sucedido, ordenando   que al día siguiente se reúnan  todos con él. Poco antes de amanecer, el  pueblo entero se congrega junto a la Regia, donde  Numa se halla sentado sobre  un trono de roble. Cuando aparece  el sol, Numa suplica a Júpiter  que muestre la prueba prometida. Al momento, sin que la más tenue bruma nuble el cielo, tres truenos retumban, y refulgen  tres relámpagos.

Por fin, ante el pasmo de todos los presentes, el cielo arroja,  cual si de la propia fragua de  Hefesto se tratara,  un escudo, recortado en sus bordes, al que  desde ese momento los romanos llamaron áncile. La suerte de la ciudad dependerá en el futuro de ese escudo. Ante tamaña responsabilidad, teme entonces Numa que pueda ser robado por los enemigos, y decide  llamar a Mamurio, el mejor orfebre que conoce, y le  ordena que forje  once escudos, que guarden el mayor parecido  el escudo llovido del cielo. Narra la tradición que la ninfa Egeria reveló en secreto  a Numa Pompilio   una nueva coreografía : la danza ritual de los Salii. Lo que sí es cierto es que Numa Pompilio instituyó el sacerdocio de los Salii (saltantes). Era un colegio formado por doce  sacerdotes consagrados a Marte, escogidos entre los nobles,  cuyo cometido era proteger del robo el escudo caído del cielo –junto a once escudos falsos para engañar a los posibles ladrones-; así como  celebrar danzas guerreras (Saltatio), acompañadas de cantos sagrados, con el fin de honrar a los dioses y a los héroes. Una vez fundada la cofradía de los Salios, y sometida al Pontífice Máximo, se nombró a su presidente, el magister saliorum. En el mes de marzo  los Salios salían en procesión  por la ciudad vestidos con túnicas rojas; un primer saltador (praesul),  marcaba  el movimiento de la danza. Los demás le seguían llevando el ritmo  con la cadencia de golpes ritmados por astas cortas sobre el  ancile o escudo sagrado. El ritmo era  ternario,  comparable al del metro anapesto:  es decir dos breves y una lunga (larga). El que componía sus carmina, era llamado vates. Se decía que  un arcadio llamado Salio, a quien trajo Eneas de Mantinea a Italia,  enseñó a los jóvenes itálicos la llamada “danza bajo las armas”  (ev ómliov). Vestían túnicas bordadas de púrpura, y llevaban tahalíes bronceados sobre ellas. Se adornaban con toga praetexta, ceñida con cintas encarnadas. Llevaban en el pecho un protector de bronce, y en la cabeza unos gorros redondos que en su parte superior terminaban en una borla (apex). Ceñían espada y empuñaban una lanza, o una daga corta, o una vara, con la que golpeaban los escudos. Colgados del cuello y sujetos al brazo izquierdo pendían los ancilia.  Así discurrían por la ciudad, cantando sus poemas y alabando con su tripudium.

Numa también reformó el calendario, creando  dos meses nuevos (enero y febrero), e introdujo un mes intercalar de 22 días cada dos años. Con ello conseguía, por una parte, un mayor número de días para poder realizar las ceremonias religiosas, y por otra, evitar el desajuste entre los ciclos lunares de los meses y el año trópico solar. También le debemos a él la diferenciación entre los días fastos y nefastos, o sea, los días en que estaban permitidas las tareas públicas y los días reservados al culto divino.

La primera institución religiosa que instauró estuvo compuesta por una treintena de Curiones, así llamados por hacer los sacrificios en las curias patricias. La segunda fueron los  Flamines, vicarios que se ocupaban de hacer los sacrificios a los dioses principales. Numa convirtió en permanente el flamen del dios Júpiter, y añadió otros dos encargados del culto a Marte y a Quirino. La tercera división correspondía a los Jefes Celeres, la guardia personal del Rey. La cuarta a los Augures o intérpretes de las señales divinas, expertos en la adivinación y observación de signos celestes, aéreos o terrestres.

La quinta instituyó  el culto a la diosa Vesta. Fue una de las más características de la cultura romana,  pues, a través de  la pureza incorruptible  representaba  la perpetuidad de Roma. Las vestales tenían como misión fundamental la custodia del Fuego inmortal, además de numerosas ceremonias relativas al culto de la diosa. Numa estableció que fueran cuatro (luego aumentadas a seis) jóvenes libres de mácula. Entraban en el templo en la adolescencia y su sacerdocio duraba treinta años, en los que pasaban sucesivas etapas de aprendizaje, confirmación y enseñanza a las más jóvenes.

La sexta clase de sacerdotes eran los Salios, celadores del Escudo Sagrado que los dioses entregaron a Numa para proteger la ciudad. Eran doce, y sus ceremonias en honor a Marte consistían en unas vistosas danzas y cánticos. La séptima división de las instituciones religiosas la encomendó a los Feciales. Este cuerpo religioso era el que representaba mejor el espíritu pacificador de Numa. Estaba formado por 20 sacerdotes que se encargaban del Derecho y revisaban los tratados, pero su misión principal era la de ser custodios de la paz. Si surgía alguna desavenencia con algún pueblo vecino, se encargaban de emprender negociaciones e intentar resolver el contencioso. Si después de 30 días de conversaciones no se llegaba a un acuerdo con la otra parte, y tras haber agotado todas las posibilidades de la justicia, se declaraba la guerra. La última disposición en materia sagrada se refería al colegio de los Pontífices.

Estos ostentaban el más alto grado de sacerdocio; actuaban como jueces en los procesos religiosos, dictaban leyes sobre el culto y supervisaban e investigaban a otros sacerdotes o magistrados que tenían encomendados sacrificios. Estaban dirigidos por el «Pontifex Maximus”, cargo que con el tiempo adquirió una gran importancia política. Otra obra célebre de este Rey-Sacerdote fue la construcción de un templo en honor a Jano, dios muy popular entre los romanos. Jano estaba representado por un hombre con dos caras, simbolizaba los comienzos y era el guardián de las puertas. Con su doble faz era testigo, como un gozne en el tiempo, del pasado y del futuro. Numa ordenó que el templo permaneciera cerrado en tiempo de paz y abierto en época de guerra. Esta dimensión de lo sagrado, tenía que tener una aplicación en las costumbres (mores) que regían la vida de los ciudadanos. Por ello erigió un templo de la Buena Fe (Fides), pues consideró que si los romanos tenían por divina esta virtud, la justicia imperaría entre ellos. Tan hondo arraigó  esta idea entre los ciudadanos de Roma que el juramento a la Buena Fe era el mayor que podía hacese, y estaba por encima  de  todo testimonio.

Numa Pompilio murió en el 672 a.C., sobrepasada la edad de 80 años. Durante los 43 años que duró su reinado las puertas del Templo de Jano permanecieron cerradas. Fue enterrado cerca del Tíber junto con sus libros sagrados. Cuatrocientos años después se descubrió su tumba, y el senado ordenó quemar los libros que estaban escritos en griego, conservando el resto. Numa fue paradigma de gobernante ideal. Platón, siglos más tarde, escribía en sus Leyes: “Dichoso sea el sensato que antepone la virtud al mal, y dichosos sean los que escuchan las palabras que salen de la boca del sensato”. Su ejemplo demuestra que la actitud de un gobernante transforma a los gobernados erradicando el apego a la violencia. Los romanos se sintieron más protegidos que nunca, como si los dioses hubieran descendido para guiar a los mortales.

Fuentes literarias egipcias

Fragmento de la novena hora del Libro de las Puertas. Tumba de Tausert y Setnajt, KV 14. Dinastía XIX. Una serpiente escupiendo fuego destruye a uno de los enemigos de Osiris.  El LIbro de las Puertas Considerados como libros teológicos de los antiguos egipcios, los Libros del Más Allá o de lo que está en el otro mundo una vez fallecido, derivan en esencia de los Textos de las Pirámides que los reyes de las V y VI Dinastías grabaron en las paredes de tumbas en forma de pirámide. El «Libro de las Puertas» forma parte de  un  compendio de obras funerarias con que se decoraron las tumbas del Valle de los Reyes en Tebas, la actual Luxor, desde la Dinastía XVIII hasta la XX Dinastía. Junto con el «Libro de la Duat», («Aquello que está en el Mundo subterráneo» o «Libro de la Cámara Secreta»), la «Letanía de Ra«, el «Libro de las Cavernas», el «Libro de los Cielos» (que comprenden: el «Libro del Día», el «Libro de la Noche» y el «Libro de la Vaca Celeste») y el  «Libro de la Tierra».

La serpiente Apofis representa el paso por el mundo subterráneo, donde están presente Apofis, y otros enemigos de los dioses, pero sujetos por cadenas. La barca de Ra atraviesa el lago del mal y del bien, y los remeros del dios, y las diosas de las horas, hacen que llegue a Oriente, dejando atrás a las fuerzas malignas. En el registro superior se encuentran Apofis y otros enemigos sujetos por una cadena. Apofis es desmembrado y dañado. La cadena es agarrada por una mano gigante que emerge de las profundidades «El Cuerpo del que está Oculto». Sobre la cadena se encuentran Geb y los cuatro Hijos de Horus. La barca de Ra es precedida por un dios que eleva su brazo derecho y tiene en ambas manos una estrella: «La Única de las Horas». Delante de él hay cuatro dioses sentados con cobras en sus cabezas: el primero tiene cabeza de león, «El Poderoso»; el segundo tiene cabeza humana, «El Maligno del Lago»; el tercero tiene también cabeza humana con una peluca, «El que respira»; el último es Horus. Enfrente de él, «Los Orantes», un grupo de tres figuras con estrellas en sus manos derechas; todas ellas elevan sus manos derechas, mientras que con la izquierda tiran de una pequeña barca que lleva un cobra. Sobre el cuerpo de la cobra, una cabeza, «La Cara del Disco», es decir, la cara de Ra.. Detrás de la barca destacan cuatro diosas, seis cobras y una figura con doble cabeza de Seth y Horus: «Sus dos Caras». En el registro inferior nos encontramos con los remeros del dios, junto a las diosas de las horas. todos ellos conseguirán que la barca llegue al horizonte oriental. La batalla del mundo subterráneo está  ganada.

IV Hora

El registro superior está dividido en tres grupos: el primero comprende a 12 dioses caminando; el texto entre ellos los describe como «Los dioses que van hacia sus Kas». El segundo grupo lo forman 12 personajes con cabeza de chacal, representados a la orilla de un lago; el texto entre ellos explica la representación: «Los Chacales en el Lago de la Vida. El Lago de la Vida». Tras ellos, 10 cobras en al ribera de otro lago; el texto que hay entre ellas dice: «Los Ureus Vivientes. El Lago de los Ureus» En el registro central, la barca solar es tirada por cuatro divinidades que la conducen hacia nueve ataúdes, cada uno con su momia correspondiente. Son nueve dioses: «Los dioses siguiendo a Osiris, quienes están en sus ataúdes». Más allá de los ataúdes están representadas las 12 diosas de las horas, «Las Horas del Inframundo», formando dos grupos alrededor de una serpiente enroscada, «Aquélla que debe ser dominada», que simboliza el tiempo infinito o la atemporalidad. En el registro inferior, Horus y otros 11 dioses, «Aquellos que presiden sobre los aniquilados», encabezados por una cobra, caminan hacia una capilla que contiene la figura de Osiris, «Aquél que está a la cabeza del Mundo subterráneo», de pie sobre una serpiente. Al otro lado de la capilla, otros once dioses avanzan hacia ella. A continuación cuatro figuras masculinas, «Aquellos que están sobre sus hoyos»,  inclinadas hacia cuatro «hoyos de fuego» mirando a otra que porta un bastón de mando.

Fuentes Literarias Científicas

Edición griega de Los Elementos de Euclides

Euclides, en el libro más famoso de la Historia de las Matemáticas recoge gran parte de los conocimientos Pitagóricos sobre los números y define los números primos y compuestos de forma geométrica: un número entero es compuesto cuando tiene divisores distintos de él mismo y de la unidad, es decir cuando se puede dibujar como un rectángulo numérico. Los Elementos están constituidos por trece libros, cada uno de los cuales consta de una sucesión de teoremas.

Tablilla Plimpton

Es una tablilla babilonia escrita en cuneiforme, denominada Plimpton 322 (en torno al 1900 a.C).  Muestra quince ternas pitagóricas y una columna de números que puede ser interpretada como una tabla de funciones trigonométricas.

Teorema de Pitágoras ( Elementos de Euclides)

 El ouroboros

El ouroboros es el dragón o serpiente que forma un círculo al morder su propia cola. Representa la dualidad: cielo-tierra, el principio ctónico de la serpiente con el circular del mundo superior celeste, el día y la noche, el ying y el yang.

Es el círculo del eterno retorno, lo que significa que un fin es también un comienzo. El carácter cíclico del tiempo, los renacimientos, la eternidad en suma.

En griego se denomina Ouroboros, y en algunas de sus representaciones aparece  la inscripción que dice: Hen to pan (el Uno es el Todo).

El mito del ouroboros  apareció por primera vez en Egipto, tanto en los sarcófagos del Imperio Nuevo como en el Libro de los Muertos, reflejando  el ciclo  cósmico en un tiempo infinito. Como símbolo de la eternidad fue adoptado también por la alquimia y la francmasonería. Pero igualmente se le encuentra  en otros ámbitos, como  el arte sepulcral cristiano, en el arte del Benín, en un sello de la Theosophical Society, el Codex Marcianus, y en el Book of Lambspring, entre otros.

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